Hayden Larsen - (MC)

Hayden Larsen había actuado ya muchas veces en escenarios, de acústica magnífica.

Comprendía que los instrumentos no siempre resonarían igual.

Similar con la voz.

Pero al caminar en aquel pequeño lugar por primera vez, no pudo sino quedar inmóvil.

¿En serio?

La acústica de ese lugar no terminaba de agradarle, sin embargo, pronto movió sus medios (y su profunda voz) para lograr obtener algunos paneles que lograran mejor movimiento de las ondas en el aire.

Fue una ardua labor de órdenes sempiternas, por no decir afiladas cuchillas, con respecto a lo que había que repetir y rehacer a través de la escenografía y acústica; las mismas correcciones una y mil veces. Podía jurar que todos los trabajadores involucrados ya se sabían a la perfección sus palabras: que si la luz debe ir así, que si los paneles no deben caer hacia los lados, que los instrumentos han de estar en una dirección, que repitan sus órdenes..., y muchos latiguillos más que retumbarían de por vida en las paredes del recinto.

Todo parecía en orden, tras aquella labor tiránica.

Soltó un suspiro profundo.

¡Qué difícil era controlar!

Controlar, ¿Qué? Pues a todos esos marginales que carecían de orden alguno, pero en este caso, lógicamente, debía estar enfocarse en la actuación; el recital.

Sí mismo era inflexible en cuanto a los parámetros que requerirían sus actuaciones, aquello que deseaba de calidad, pero esta vez su mal genio se hizo sentir, cuando tuvo que supervisar él mismo el trabajo de los organizadores, en una labor larga, dura y muchas veces ingrata para todos.

Las reglas que Hayden profería eran claras y sólo debían hacerlo tal como él decía. Todo lo demás, las quejas de los holgazanes entre otros hechos, eran fullerías que no servían para nada. Así que tras esas largas jornadas que eran casi batallas, cuando lo habitual era que el programa que había seleccionado para interpretar estuviera sobradamente preparado, hacia un confiado encuentro con el público. Esta vez tuvo que realizar doble trabajo.

Y esa noche su propia figura en el espejo se veía con claridad en la cristalina mirada de matiz celeste, para después enfocar sus ojos en la personas atrás de sí, miradas que irradiaban no sólo seriedad, sino un desdén apenas contenible en sus insignificantes cuerpos mortales. Una sonrisa de lado se dibujó en sus labios en cuanto notó los puños fruncidos y ligeros tremores. Siempre era un deleite ver el efecto nocivo de su persona en otros, sin importar lo que ocupara en la ocasión, la respuesta siempre era igual de deliciosa y extrema.

Al adentrarse hacia el escenario, magistralmente acondicionado esa noche, su gesto cambió por una sonrisa radiante.

Parece que un artista no triunfa hasta que no se codea con las altas esferas.

Tiene que ser invitado a determinadas galas, tiene que actuar ante ellos ¿de usted a usted?, ¡Ja! tiene que reír todas las gracias y ocurrencias de los susodichos, etc, etc...

Por otro lado, las crónicas periodísticas y de las fans tendrían más trascendencia y se harían de mayor eco cuando se hablara de que en el recital estuvo aquel grupito variopinto.

Así que cuando la cuenta mental llegó a cero, y la música comenzó. Empezó a interpretar su personaje.

Actuando emoción en esos momentos en que es fácil volverse eufórico por la música, o vibrar con el intenso parcial de las luces, las voces y los aplausos. Controlar y no dejarse llevar. ¿Es esto bueno para la transmisión musical? Como siempre, le daba igual, que cada uno tenga su propia opinión mientras sí mismo sólo hacía su trabajo.

Después de está la teatralidad, de esos gestos estudiados que hacían mella en el público para que pensaran que su interpretación era muy sentida, que cómo cantaba. Durante todo su tiempo, estuvo prácticamente satisfecho, había valido la pena perder su tiempo supervisando a esos buenos para nada.